miércoles, 21 de octubre de 2009

Diseñadores


- Tenemos que imprimir esto donde Jorge - sentenció Franco, mientras intentaba encender un cigarro con la llama del calefactor, arrodillado en un rincón de la pared.
 - ¿Y no hay otra parte?
- No.
- Es que va a quedar la cagada.
- No es para tanto - Franco ríe por la exageración de la frase.
- Este viejo no me da confianza para nada.
- No es para tanto.
- Mira, yo sé como es. Trabajé con él. ¿Has trabajado con él?
- No
- No es lo mismo tener una idea de cómo es si sólo cruzan una conversación cada vez que se topan en la calle. Yo me sentaba al lado. De partida, no escucha música.
- ¿Y?
- ¿Cómo que “y” huevón?
-¿Y?
- Oye, no escucha música. Cuando estás frente al computador, un reflejo natural es ir a tu carpeta de música...
- Espera un poco. Me me está llegando un correo - Interrumpe Franco.
- Ir a tu carpeta de música y buscar lo que tengas ganas de escuchar. Es un reflejo, como cuando tienes que escuchar una confesión que no querías escuchar y te peinas más de lo necesario, o miras constantemente para otro lado y te rascas el cuello. -Franco intuye un sermón, de esos gratuitos, que dá Arturo cuando se desespera por causa de un destino inevitable- Música po’ huevón. Podemos sacar la película, un poco, de alguien al que le preguntan: ¿qué tipo de música te gusta? y te contesta: eh... bueno de todo, pero me gusta Bon Jovi, Phil Collins, U2. U2 po’ huevón, o sea... Phil Collins! no me vengas con  huevadas. Si hasta se dibuja un leve silencio cuando alguien te contesta Morbid Angel. Sabes que es algo que ha evolucionado  de otra cosa, aunque lo encuentres algo extremo o falso. Morphine. Ahí puedes darte cuenta que el tipo escucha otras huevadas.
- Noble.
- No lo conozco.
- Un argentino - Responde, sabiendo de antemano que su respuesta descolocaría a su colega. Le ofrece un cigarro encendido.
- Ahora imagina a este huevón respondiendo: “Nada, no escucho nada”.  Pero ¿Cómo? Respondes sorprendido, como es natural. “No, nada. No escucho”. Pero si el que trabaja cerca de ti está escuchando algo que no te gusta, ¿Qué haces?- Insistes- “¡Ah! a veces escucho al Rumpy”. Es capaz de confundir la música con la radio. Para él, escuchar música es escuchar radio. No me huevees. Le mencionas Radiohead y cree que es un robot porque empieza con R. Led Zeppelin y te responde que parece que su vieja escuchaba eso. Elvis: se ríe, no puede imaginarlo. No sabe que existe una banda chilena que se llama Mecánica Popular, sólo ha escuchado sobre la revista. Mira, si no eres capaz de evolucionar o al menos picotear por ahí en algo tan básico y vital, según mi juicio, como  es la música, es que simplemente no vas a cambiar, y este tipo no cambia.
- No conozco a nadie más que tenga doble carta
- Puta madre. Bueno, pero hay  que estar ahí clavado, paqueando.
- De hecho hay que estar mirando  lo que va a hacer po huevón, está claro.
- Y decirle, obligarlo a que imprima en In Design. Como que no le gusta el programa. Usó Corel, le cambió todos los colores.
- Mira, no es para tanto viejo.
- No fue capaz de ajustar el tamaño del archivo, como lo haría cualquier persona con un poco de ética, con el fin de que la proporción de la maniobra alcance para entregar un resultado decente y tener la fortaleza de dar la cara, sin pensar en que la persona que estira las manos para recibir lo que está impreso en ese infame papel se pregunte por la capacidad de resistencia que posee, para estirar sus manos, sin que lo delate la cara de palo y entregar el resultado insensible que arrojó la inteligencia por defecto que trae la impresora.
Franco mueve la cabeza, levemente de un lugar  a otro dando la impresión de no dar  crédito a lo que está escuchando. Finalmente ríe enérgicamente.
- Si. La última maqueta la estiró demasiado. Era una revista hecha por El Greco. - Contesta tosiendo producto de la risa y el humo del cigarro
- Usó Corel huevón, usó Corel.

"Escrabel"


Dentro de una conversación es mencionado el juego de mesa Scrabbel, del cual no había oído en mi puta vida. Alguien levanta el dedo índice en actitud de querer sorprender a los participantes, y con una mueca que retuerce levemente el cuello y arqueando una ceja, solicita la atención de todos. Se inclina y saca por debajo de la mesa el famoso juego. Nadie entiende como, justamente ese día, andaba con el juego. Concluí que tenía todo preparado desde hace tiempo, por alguna razón, no sé cual. En fin. P dijo: “si - si, yo lo cacho; A lo ubicaba de la tele y J ya lo conocía, es más, lo había jugado en línea con otros nerds de internet.
Desafié a A a una partida. Comenzamos a jugar imponiendo reglas que, según cuentan los expertos, pueden variar dependiendo del criterio y dificultad que los participantes quieran experimentar.
Comenzamos como cuidadosos principiantes. Intentamos encontrar palabras enteras que permitieran obtener la mayor cantidad de puntaje, pero después de un rato de cranearse y sin diccionario a mano, se comienza a recurrir a las eses y la enes, que sirven bastante a la hora de quedarse sin argumento y como que... “uno se empieza a aburrir, eh”. Con este panorama de trompas estiradas y manos bajo el mentón, decidimos cambiar las reglas, lo que era permitido, pues sólo basta el consentimiento de los jugadores para poder hacerlo.
Las instrucciones acordadas consistían en formar palabras sólo de origen criollo, lo cual generaría cierta cantidad de ventajas para todos, pues esto llevaba adjunto beneficios impensados en el caso de haber continuado con la versión original del juego de Alfred Butt, creador de Scrabble (tipo cesante, víctima  de embrollos económicos nacionales en los años '30 que cansado de jugar con las improbables posibilidades de los juegos de azar y de aburrirse con el complejo ajedrez quiso idear un juego de mesa que combinara ambas cosas: un poco de azar y cierta cantidad de estrategia y trabajo mental. Así ideó un sistema: luego de juntar letras se forman palabras de las cuales salen otras palabras y así hasta el infinito con el fin de obtener la mayor cantidad de puntajes y naturalmente ganar. Tras varios intentos fallidos y largos años de estudio y experimentación causó rechazo y burlas de sus familiares y amigos. Fabricó, con sus propias manos, 200 juegos y los regaló sin obtener el más mínimo acto de aprobación y menos de aliento. Finalmente logró vender la idea, ya elaborada y terminada, a un amigo que pilló volando bajo, quien engatusado por el entusiamo de Butt, se puso con la plata para fabricar el juego y venderlo al público. En 1948 lo registraron con el nombre de Scrabble).
Las nuevas reglas nos otorgaban la alternativa de ignorar la gramática ferózmente y hacer trampa si era necesario, pero sin exagerar. Luego de la tercera palabra el juego comienza a sacar lo más visceral de nuestro ser, comenzamos a explotar en estornudos  y las babas comienzan a invadir los rostros de los otros al escaparse de las carcajadas; surgen los garabatos más fomes y los más elevados que conocemos; recordamos palabras y modismos noventeros y hasta ochenteros al mismo tiempo que logramos hacer avanzar más rápido el reloj. El tedio del trabajo se diluye un poco. Queda tiempo para un café  alrededor del tablero verde con puteadas de antaño. Queda menos de un minuto. Puteamos el presente con puteadas del pasado mientras nos peleamos para ser el primero en salir de esa puerta sin futuro.


sábado, 17 de octubre de 2009

El adjetivo



Es natural el sentirse atacado, cuestionado y calificado, por lo tanto empelotado, con la mata de huevas que opinan sobre ti. Me envena recibir interpretaciones de personalidad o comportamiento gratuitas de cualquier huevón que se le ocurra definirme. ¿por qué chucha soy víctima de estas interpretaciones?
Esto no significa que me retuerza en las noches pensando en eso, pero puta que molesta.
El ser más bien reservado no significa nada en especial. En ningún caso soy un autista, ni un potencial asesino, ni un psicópata, ni un tímido, ni nada: sólo soy menos hablador que el resto de la gallada. Me cuesta reír a la fuerza; mantener muecas estudiadas al espejo; hablar cualquier pendejada; contar chistes ultrarepetidos y elaborar cualquier expresión innecesaria, ya sea verbal o corporal.
En cierto modo comprendo a las mujeres flacas: constantemente les recuerdan su condición. Trato de ponerme en el lugar de ellas. Lo que quiero decir es que cualquiera es capaz de decirle: OOHH que flaca estás; o UUUUhhh estás en los huesos; o te hacen falta porotos, etcétera, etcétera, etcétera. Yo me pregunto: ¿por que no le preguntan eso a las gordas? se debería tener el mismo trato con ellas: OOOOHHH tremendas charchetas; mírate esos rollos; baja de peso guatona culiá; deja de comer chancha de mierda ¿por qué no se trata de la misma forma a las que no tienen culo y a las que le sobra?¿por qué a los habladores no les recuerdan lo extrovertidos que son; lo buenos para hablar huevadas que son; lo innecesario que son sus glosas; lo carnazas que son?
Me han adjetivado hasta el cansancio. He tenido que soportar rosarios de calificaciones: callado, tranquilito, mudo, no habla nada, el es así, tímido, muy introvertido, los calladitos son los peores, estatua, señor silencioso, foto, habla un poco, quedate callado, desapareció, etc. Cuando estudiaba en enseñanza básica, en primero básico, mis únicos amigos eran bastante parecidos a mí. Uno era una cagada de persona: un tipo chico, flaco, negro y callado, se sentía disminuido por su condición social y me parecía mal, pero a la vez bien, pues me hacía sentir superior; y mi otro amigo era una chica subnormal: le corría la baba, usaba calzones de lana sobre las pantis de lana, se le iba un ojo y era bastante fea. Bueno, el punto es que no me hablaban y nuestros juegos transcurrían en silencio. El resto de mis compañeros eran lo mismo de siempre. Como siempre.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Despedido



Si corria me sacaba la cresta, pero si no lo hacía llegaba atrasado y ahí si cagaba. Llegué un minuto antes del horario de entrada y fui rajado al baño a sacarme la mezcla de barro y nieve que adornaban mis pantalones desde la rodilla hacia abajo. Al final llegué al mezón tres minutos tarde y me echaron por llegar atrasado por quinta vez en el mes. Trate de explicar lo que había pasado a Drago, mi jefe, pero no quiso escucharme. Tomé mis cosas y me fui a dar vueltas por el ahí. Como el centro no es muy grande di cinco vueltas en media hora y ya no tenía nada que hacer. Encendí un cigarro y me acordé del tema de Víctor Jara y me puse el pucho cerca de la cara. Funcionó un poco. Me metí al Gran Palace a ver que había. No había mucho, salvo una minita bastante buena que trabajaba en una local. Después de dar vueltas y revisar una por una las carátulas de discos alrededor de una casetería encendí otro cigarro y me encontré con mi primo Miguel. Me bolseó un cigarro. Se lo di. No le puse atención a lo que decía, se dio cuenta y se fue rápido. Eran ya pasada las once. Pasé lento por el frente del local y me fui. 

Cuando uno a perdido el trabajo comienza de inmediato a sacar cuentas y eso fue lo que hice una semana después, cuando me pagaron el mes trabajado. Llegué a la conclusión de que esas 150 lucas alcanzarían para dos meses, si es que ahorraba y me movilizaba sólo con los pies. 

Fui a tomar en día martes. No había mucha gente y eso era bueno. Traté de ir a los lugares que frecuentan los tipos conocidos, para ver si me encontraba con alguien. No me encontré con alguien, sólo con nadie y tuve que tomar solo. Tomé algo y me fui. La verdad es que estaba en plan de ahorrar así que decidí comprar una cajita de litro y tomar tranquilo. Traté de pasar lo más desapercibido posible y me instalé detrás de una frutería donde había un sitio vacío. Me senté en el pasto, pero estaba mojado así que tomé de pie. A cada sorbo que tragaba daba una piteada al cigarro. El vino era extremadamente malo. Concluí dejar de dármela de tomador y tiré la caja con tres cuartos de tinto. Caminé hasta la avenida, pensé que cuatrocientos cincuenta pesos no era tanto y tomé un colectivo. En el auto me pregunté por qué no mezclé el vino con bebida y listo.

Al otro día fui a buscar trabajo.

Burocracia


martes, 13 de octubre de 2009