sábado, 17 de octubre de 2009

El adjetivo



Es natural el sentirse atacado, cuestionado y calificado, por lo tanto empelotado, con la mata de huevas que opinan sobre ti. Me envena recibir interpretaciones de personalidad o comportamiento gratuitas de cualquier huevón que se le ocurra definirme. ¿por qué chucha soy víctima de estas interpretaciones?
Esto no significa que me retuerza en las noches pensando en eso, pero puta que molesta.
El ser más bien reservado no significa nada en especial. En ningún caso soy un autista, ni un potencial asesino, ni un psicópata, ni un tímido, ni nada: sólo soy menos hablador que el resto de la gallada. Me cuesta reír a la fuerza; mantener muecas estudiadas al espejo; hablar cualquier pendejada; contar chistes ultrarepetidos y elaborar cualquier expresión innecesaria, ya sea verbal o corporal.
En cierto modo comprendo a las mujeres flacas: constantemente les recuerdan su condición. Trato de ponerme en el lugar de ellas. Lo que quiero decir es que cualquiera es capaz de decirle: OOHH que flaca estás; o UUUUhhh estás en los huesos; o te hacen falta porotos, etcétera, etcétera, etcétera. Yo me pregunto: ¿por que no le preguntan eso a las gordas? se debería tener el mismo trato con ellas: OOOOHHH tremendas charchetas; mírate esos rollos; baja de peso guatona culiá; deja de comer chancha de mierda ¿por qué no se trata de la misma forma a las que no tienen culo y a las que le sobra?¿por qué a los habladores no les recuerdan lo extrovertidos que son; lo buenos para hablar huevadas que son; lo innecesario que son sus glosas; lo carnazas que son?
Me han adjetivado hasta el cansancio. He tenido que soportar rosarios de calificaciones: callado, tranquilito, mudo, no habla nada, el es así, tímido, muy introvertido, los calladitos son los peores, estatua, señor silencioso, foto, habla un poco, quedate callado, desapareció, etc. Cuando estudiaba en enseñanza básica, en primero básico, mis únicos amigos eran bastante parecidos a mí. Uno era una cagada de persona: un tipo chico, flaco, negro y callado, se sentía disminuido por su condición social y me parecía mal, pero a la vez bien, pues me hacía sentir superior; y mi otro amigo era una chica subnormal: le corría la baba, usaba calzones de lana sobre las pantis de lana, se le iba un ojo y era bastante fea. Bueno, el punto es que no me hablaban y nuestros juegos transcurrían en silencio. El resto de mis compañeros eran lo mismo de siempre. Como siempre.

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