miércoles, 14 de octubre de 2009

Despedido



Si corria me sacaba la cresta, pero si no lo hacía llegaba atrasado y ahí si cagaba. Llegué un minuto antes del horario de entrada y fui rajado al baño a sacarme la mezcla de barro y nieve que adornaban mis pantalones desde la rodilla hacia abajo. Al final llegué al mezón tres minutos tarde y me echaron por llegar atrasado por quinta vez en el mes. Trate de explicar lo que había pasado a Drago, mi jefe, pero no quiso escucharme. Tomé mis cosas y me fui a dar vueltas por el ahí. Como el centro no es muy grande di cinco vueltas en media hora y ya no tenía nada que hacer. Encendí un cigarro y me acordé del tema de Víctor Jara y me puse el pucho cerca de la cara. Funcionó un poco. Me metí al Gran Palace a ver que había. No había mucho, salvo una minita bastante buena que trabajaba en una local. Después de dar vueltas y revisar una por una las carátulas de discos alrededor de una casetería encendí otro cigarro y me encontré con mi primo Miguel. Me bolseó un cigarro. Se lo di. No le puse atención a lo que decía, se dio cuenta y se fue rápido. Eran ya pasada las once. Pasé lento por el frente del local y me fui. 

Cuando uno a perdido el trabajo comienza de inmediato a sacar cuentas y eso fue lo que hice una semana después, cuando me pagaron el mes trabajado. Llegué a la conclusión de que esas 150 lucas alcanzarían para dos meses, si es que ahorraba y me movilizaba sólo con los pies. 

Fui a tomar en día martes. No había mucha gente y eso era bueno. Traté de ir a los lugares que frecuentan los tipos conocidos, para ver si me encontraba con alguien. No me encontré con alguien, sólo con nadie y tuve que tomar solo. Tomé algo y me fui. La verdad es que estaba en plan de ahorrar así que decidí comprar una cajita de litro y tomar tranquilo. Traté de pasar lo más desapercibido posible y me instalé detrás de una frutería donde había un sitio vacío. Me senté en el pasto, pero estaba mojado así que tomé de pie. A cada sorbo que tragaba daba una piteada al cigarro. El vino era extremadamente malo. Concluí dejar de dármela de tomador y tiré la caja con tres cuartos de tinto. Caminé hasta la avenida, pensé que cuatrocientos cincuenta pesos no era tanto y tomé un colectivo. En el auto me pregunté por qué no mezclé el vino con bebida y listo.

Al otro día fui a buscar trabajo.

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